VIAJAR ALIMENTA EL ALMA

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El inicio del camino

sábado, 8 de febrero de 2014

Final de viaje: playas caribeñas de Colombia


Playa+sol+mar= Joana feliz. Fácil ecuación. Cualquier persona que me conozca un poco sabe que me encanta la playa, y es por ello que no pude haber elegido mejor mi final de viaje. Si a esto le añadimos que cuando vuelva, en Europa es puro invierno, la ecuación se triplica fácilmente.

Asi que el jueves 30 de enero a las 22:30 de la noche me dirigía junto con Xochi a tomar un autobus rumbo a Cartagena, la ciudad colonial española por excelencia de Colombia. El viernes alrededor de las 13:00 llegábamos por fin a nuestro destino, despues de pasar un frío importante en el autobús, por el inhumano nivel de temperatura del aire acondicionado. En Colombia los trayectos se los tomaban con calma y hacían diferentes paradas para desayunar y comer los conductores, lo cual no me había pasado en el resto de países de Suramérica. Lo que no cambiaba respecto a otros autobuses eran los constantes vendedores ambulantes de comida y las peliculas, ya que hubo varias que vi repetidas veces en diferentes viajes. Pero si había algo que empezaba a preocuparme, era precisamente que me costaba diferenciar el acento latino del español en las peliculas, osea que empezaba a parecerme normal que Tom Cruise hablara como un mariachi.

Siguiendo con nuestra llegada a Cartagena, lo primero que hicimos fue tomar un bus para el centro e ir directamente al puerto para informarnos de las salidas de barcos que iban a islas bonitas. Ninguno salía hasta la mañana del día siguiente, asi que nos fuimos en busca de un hostal en el barrio de los mochileros llamado Gesemani.

Encontramos un hostal fácilmente, asi que una vez acomodadas, nos fuimos a pasear por la zona amurallada de Cartagena. Que maravilla!! Hacia tiempo que no vea una ciudad tan bonita. Sus calles y su arquitectura, perfectamente conservadas, me recordaron a la majestuosa ciudad de Sevilla, con un toque cubano propio de la ciudad de la Habana. Que mezcla más explosiva. Empezamos a recorrer sus calles llenas de lindas tiendas, restaurantes y hoteles, y cuanto más veía más me enamoraba de esta ciudad. El acento de los colombianos me parecía muy divertido, y además en la zona costeña era hasta parecido al acento cubano y de piel mas negrita. Pero si hay algo a lo que me costaba acostumbrarme y que ademas me hacia mucha gracia, era la forma en la que venian a venderte cosas. Cualquier camarero, vendedor ambulante o dependiente de una tienda, se dirige a los clientes diciendo "a la orden". Al principio no entendía porque me decían eso, pero despues de unas cuantas repeticiones caí en la cuenta. Asi que a la orden mis lectores jeje.

 El toque mágico llegó cuando paseamos por el malecón, es decir, el paseo que bordeaba la playa. El atardecer resaltaba aún más la belleza de este lugar, y no podía sentirme más feliz de visitar esta ciudad. Seguimos perdiendonos por sus calles hasta que llegamos a una tiendecita con un ambiente de barrio, música salsera y lleno de personas tomándose su cervecita. Era el lugar ideal para mezclarse con la gente local compartiendo algo de beber, asi que allí que nos sentamos a conversar con los lugareños. Era gente que amaba su ciudad y que quería que cualquier persona que la visitara, se sintiera igual de feliz que ellos. Ellos mismos la catalogaban como la ciudad donde los sueños se hacían realidad. Asi es como un hombrecillo y un chico joven que trabajaban en un hotel cercano, se ofrecieron para enseñarnos un poco más del casco antiguo. Empezaba a anochecer y Cartagena se llenaba de más encanto aun si cabe, con sus carros de caballos paseando y sus luces de colores en cualquier rincón. Restaurantes y bares de buen gusto me recordaron que yo no tenía el presupuesto para acceder a ellos, pero me hicieron pensar que algun día volvería a esta ciudad como una turista normal. Despues del agradable paseo, nos llevaron a una feria de comida tradicional de Cartagena, que se basaba básicamente en fritos, donde el plato estrella era sin duda la arepa de huevo. Amenizado por música local conocida como ballenato, y lleno hasta los topes de gente local degustando sus platos típicos, nosotras no fuimos menos y comimos la rica arepa de huevo y carne, acompañada con distintas salsas que daban más sabor aún a aquel rico manjar.

Viernes noche, último fin de semana de mi viaje, ciudad salsera con ambiente nocturno y una divertida compi de viaje como Xochi, eran todos los ingredientes necesarios para rumbear, que asi es como le dicen aqui a salir de fiesta. Asi que despues de una buena ducha, nos fuimos a recorrer las calles cartaginenses, y bailamos salsa, reggaeton y champeta, esta última un ritmo típico colombiano que tambien se escucha en África y es parecido al reggaeton, pero más bailable aun. Fue curioso como una vez cierran las discotecas, hay músicos esperando en las puertas para tocar ballenato y seguir la fiesta, a cambio de una generosa propina por supuesto. Fue una noche divertida sin duda :)

El sábado día 1 de febrero teniamos que estar listas a las 8 de la mañana en el puerto para coger la lancha rumbo a Playa blanca, en la isla Baru. Despues de dormirnos y estar a punto de perderla, conseguimos llegar a tiempo y en media hora habiamos llegado al paraíso. Arena blanca y aguas cristalinas sin prácticamente olas, sólo podía sonreír por lo feliz que era de estar allí. Más auténtico aún, en aquella playa no había ninguna construcción, sólo arena con cabañas, espacio para acampar y lo mejor, hamacas frente a la playa. Nuestra eleccion, por ser la más original (y la más barata, no nos engañemos), fueron las hamacas, lugar donde ni siquiera había una simple ducha. Asi que rápido nos acomodamos y nos pusimos a pasear por la playa para empezar a conocer aquella maravilla.  Asi fue como pasamos todo el sábado y el domingo, disfrutando del arte de no hacer nada, tumbadas frente al sol, comiendo ensaladas de frutas y pescados y pasando horas en aquel agua calentita. Que disfrute! Fue una playa muy tranquila, pero el sábado por la noche hasta bailamos un rato en la arena en una fiesta improvisada que hicieron en un bar. La noche en la hamaca fue bien, sin muchas comodidades pero pude dormir plácidamente y sin mosquitos gracias a la mosquitera que tenía incorporada la hamaca.

El domingo día 2 de febrero tomábamos la lancha de regreso a las 15:00 de la tarde, con un poco de nostalgia por dejar aquel paraiso, pero contentas porque nos íbamos rumbo a otra playa llamada Taganga. Para ello, desde el puerto tomamos un bus que nos llevo hasta la terminal. Un bus que daba un paseo tremendo de más de una hora de recorrido, por todos los pequeños barrios de Cartagena. Y agradecí enormemente haberme subido en aquel bus, porque pude conocer la vida real de aquella gente, con salsa sonando en cada esquina, casas bajitas, mujeres sentadas en el portal de su casa y, en general, con mucha vida en la calle. Me encantó aquel ambiente y hasta se había convertido en una ciudad en la que no me importaría vivir en un futuro. Otra curiosidad divertida es que todos los buses urbanos tenian musica incluida, la mayoría reggaeton o similar, pero que daba un ambiente alegre y no veias las típicas caras de marmota que ves en los buses y el metro diariamente, sino que la gente sonreía. Un punto para Colombia!

A las 19:00 de la tarde salió nuestro bus rumbo a Santa Marta, lugar desde el cual llegaríamos a nuestra próxima playa. A las 23:30 de la noche tomamos un taxi que en 15 minutos nos llevó a Taganga, un pueblo bohemio y típico de pescadores, con un ambiente hippie y lleno de artesanos tocando timbales y haciendo malabares. Despues de acomodarnos en un hostalito y tomar una buena ducha, nos fuimos a conocer el paseo marítimo, donde pudimos comprobar el rollo bohemio del que nos habían hablado, con música en la calle y hippies en su ambiente. Pasamos una noche divertida, como era habitual con mi amiga Xochi.

El lunes 3 y martes 4 los dedicamos a eso, a seguir con el arte de no hacer nada tumbadas en la playa y iendo a tomar algo por las noches, con nuevos amigos colombianos que casualmente eran del mismo barrio que Xochi. La playita de este pueblo me recordaba a Cadaques, ya que el agua era igual de transparente, con un montón de pececitos y montañas rocosas alrededor. También era parecida porque estaba igual de fría que el agua de la costa Brava, aunque eso si por suerte tardaba más en cubrir. Los atardeceres de Taganga con el sol cayendo frente al mar y algunos barquitos pesqueros dejaban una estampa preciosa sin duda.

Pasamos unos dias divertidos y relajados, pero el miércoles 5 tocaba despedirnos, ya que Xochi volvía a su ciudad porqué el jueves volvía a la vida laboral. Disfrute muchísimo de aquellos dias de playa con ella y me sentí afortunada de haberla encontrado en un momento en el que ella estaba de vacaciones y decidió pasar una parte conmigo. Si es que cuando las cosas salen bien, acaban saliendo requetebien.

Asi que el miércoles por la mañana me dirigí rumbo al parque de Tayrona, un famoso parque natural con playa, donde pasaría mis ultimos dias de mi viaje. Sin duda elegí un lugar perfecto para acabar, un paraje en el que se entremezclaba la jungla salvaje con playas naturales. Para llegar al mar había que andar durante una hora por caminos de selva pero muy bien indicados. Y que mejor premio despues de un camino asi, que una vista impresionante de unas playas naturales preciosas.

De nuevo volví a "alojarme" en una cómoda hamaca junto al mar, aunque esta con el lujo añadido de tener una ducha para todas las personas "alojadas", que no eran pocas porque también había zona de camping. Aquel parque era una maravilla de la naturaleza, para perderse por sus playas y sentirte como tarzan de la jungla y a la misma vez como Tom Hanks en la peli del Náufrago. El parque tenia diferentes playas y durante los 2 dias que estuve, visite 3 bonitas playas. Había zonas donde estaba estrictamente prohibido bañarse porque era un mar muy salvaje con un oleaje peligroso. Varios carteles informaban de la muerte de más de 100 personas en estas playas, y te invitaban a no formar parte de estas estadísticas. Yo accedí a la invitación sin ningún tipo de regañadientes por supuesto. Andar descalza todo el día, disfrutar de playas rigurosamente limpias y cuidadas, tomar el sol como si no hubiera un mañana, bañarme en aguas transparentes, perder la noción del tiempo y sentirme increíblemente relajada, fue el perfecto fin de cuento de este viaje soñado. Que más podía pedir, que volver a la ciudad de Santa Marta el jueves 6 de febrero y cenar el rico ceviche que me cautivó en Peru. Asi hice, y asi fue como pase mi última noche en un alojamiento de mochileros.

El viernes 7 por la mañana partia en autobus rumbo a Barranquilla, a 2 horas de Santa Marta, desde donde tomaria un avion para Bogotá. Allí pase la tarde acompañada de una pareja de alemanes que conocí en Argentina recién llegada, y como seguimos en contacto, dio la casualidad que se encontraban en Bogotá también y estuvimos callejeando por el casco antiguo y cenamos juntos. Última tarde de mi viaje en buena compañia, hasta que a las 22:00 de la noche me dirigí rumbo al aeropuerto internacional, para tomar mi avión la madrugada del sabado 8 de febrero. Mi viaje termino con un ultimo susto, aunque yo lo percibí como un mensaje claro: aunque mi viaje termine, los ángeles me seguirán protegiendo siempre. Estabamos cenando y yo tenía el móvil encima de la mesa para ir mirando la hora a la que me tenia que ir para el aeropuerto. El bar estaba casi vacío y mi móvil estaba contra la pared, por tanto ni siquiera cerca de ningún pasillo. De repente llego un hombre con aspecto fatal vendiendo dvd's, aunque ni siquiera los mostró porque únicamente los utilizo para ponerlos encima de mi móvil. Yo estaba hablando y me pillo por sorpresa, cuando Alex, súper rápido, le agarro la mano con los dvd's y, por supuesto, con mi móvil debajo. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, me quede parada alucinada y pensando, guau que agilidad. Ni yo ni Jeka nos habíamos dado cuenta para nada. Así que me quedo con el mensaje, y a parte de saber que los ángeles están ahí, por supuesto no vuelvo a poner móviles encima de la mesa.

Cambio de continente, pero mi viaje no ha terminado completamente todavía, ya que me dirijo rumbo a Alemania, donde me encontraré con un amigo especial y allí pasaré unas semanas.

Los sueños siguen fluyendo y las nuevas aventuras continúan.... La vida es un viaje, y cada minuto cuenta. Por que nunca dejemos de disfrutar, y aprovechemos cada momento de felicidad.

Todavía escribiré una última entrada más, para clausurar este blog como Dios manda. Asi que hasta pronto a todos!!!! Mil besos!!!

















































































































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